Terminaba el otoño, el sol pegaba
cada vez más débilmente en esa plaza por la que suele caminar, se detuvo a
mirar su sombra, cosa que nunca había hecho, seguramente por la rapidez de la vida en la
capital, la observó y le nació decirle: “quiero que vayas
a otro lugar, tal vez necesites estar proyectada sobre un pueblo menor o directamente
en el campo. Quizás para que te pueda ver, será necesario que no estés fija en
ningún lugar por mucho tiempo, pero solo tal vez”.
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